lunes, 23 de noviembre de 2009

La leyenda del quina-quina

Un indio abrasado por la fiebre se perdió por la espesa jungla de los Andes. Avanzaba lentamente a través de la espesura de los árboles quina-quina cuando encontró una charca a la que se lanzó ávidamente para conseguir aliviar su fiebre y sed abrasadoras. El sabor amargo del agua de la charca le confirmó que ésta estaba envenenada y constató que se trataba del polvo que salía de estos árboles que hasta ahora creían que eran venenosos. Prefiriendo el alivio momentáneo de la fiebre y de la sed a las posibles consecuencias mortales, bebió incesantemente. Para su sorpresa no murió; de hecho su fiebre remitió y fue capaz de encontrar el camino de vuelta a su poblado con renovada energía.

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